Se corrieron las cortinas de la gran ventana de su habitación. Entonces, el sol de la mañana y el ruido de los rieles de las cortinas lograron despertarla.
- - Vamos, remolona....es un hermoso día y hay mucho que hacer hoy- dijo su madre saliendo de la habitación.
- - . Hoy, y mañana...y ayer...siempre hay mucho que hacer- Dijo Lucía mientras se desperezaba estirando sus brazos y piernas y volviéndose a encoger acurrucándose una vez mas, como no queriendo salir nunca de allí.
Después de protestar entre dientes, salió de su cama, se acercó a su ventana y abriéndola respiró hondo el aire de la mañana que tanto le gustaba.
Se sentó frente al espejo y comenzó a cepillar su cabello. Hizo sus trenzas y las recogió. Se puso su vestido mañanero y su llegó hasta la cocina para desayunar. Ya estaban allí su hermana, María; su madre sirviendo el desayuno y su padre sentado en la cabecera de la mesa.
- - Qué rico olorcito- dijo mientras su madre servía.
- - Por qué hueles el pan cada vez que vas a comerlo?- protestó su hermana- siempre sabe igual-
- - Oh, no. Estás equivocada. Siempre huele diferente. Según el día, según las ganas que mamá puso al amasarlo, según el horno, según...
- - -Ya basta- interrumpió su padre- Come ya y deja de hablar tanto. Tendrías que ser...-dirigiéndose a su esposa- cómo se llaman estas personas que hablan frente a mucha gente?-
- - -oradores- contestó con una sonrisa María Luisa.
- - Exacto, oradora. Te la pasas hablando y hablando. Te he estado observando y hablas con los animales y hasta con las plantas en la huerta-
- - Creo que hay que hablarles. Ellos entienden y crecen mejor de esa forma- Sonrió Lucía.
- - Ya basta, Lu. Debes desayunar que te espera una larga mañana- advirtió su madre.
- - Ya lo creo...
Eran una familia muy humilde que vivía de su pequeña granja y de algunas changas extras que su padre realizaba en el puerto. No había lujos, todo era muy ajustado, pero todo estaba en su lugar, en su justa medida. Nada sobraba, pero nada faltaba.
Una vez terminada la mañana y pasada la hora del almuerzo. Su padre se recostaba para su siesta y las tres mujeres se sentaban a realizar otro tipo de tareas. Mientras su madre tejía o cosía. Lucía leía para todas y María realizaba su tarea de turno.
Nada era dejado al azar. Cada momento estaba programado y planificado. ¿Había momentos de descanso?, por supuesto.
Cuando su madre se recostaba ambas niñas quedaban a solas con su tiempo libre.
- - Estás muy callada, desde hace unos días- dijo María.
- - Si, creo que sí. Sólo puedo pensar en la otra mañana cuando fui de compras.
- - ¿de compras?, ¿Cuándo?
- - Hace unas semanas-
- - -Oh, sí. Cuando no pude acompañarte-Afirmó su hermana
- - si, ese día
- - -¿Qué ocurrió de especial?- preguntó curiosa
- - Bueno...Conocí a alguien que me quita el sueño. Su nombre es Felipe. Y sus ojos...Y su voz...
-Bueno, de verdad parece que no sólo te quita el sueño- dijo María- Lo conozco?-
- - No, no lo había visto antes por aquí.
Todo olía a flores, la primavera era inminente y el ambiente estallaba del aroma que se metía en la piel y provocaba sensaciones y pasiones...
-Si papá lo supiera....Sabes que no debes conversar con extraños, menos con forasteros-
-Pero papá no lo sabrá... Tú no le dirás, ¿No es verdad?- afirmó Lucía
-No, no lo haré. Tu tampoco lo harías...-

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