miércoles, 11 de abril de 2012

Capítulo Tres


Había mucho trabajo por hacer, la siembra llevaba gran parte del día y los trabajos del rancho no eran sólo eso...
     Cuando llegaba  la noche caía exhausto de espaldas en su cama, deseando llegar al final pronto, lo antes posible...
     Cada día comenzaba y terminaba con el mismo pensamiento: Ella.
Ella, sin siquiera conocer su nombre, la mujer de una enorme sonrisa.
     La mujer que lo miró sonrojada de vergüenza....La mujer de los enormes ojos y la mirada profunda.
Cada noche lo estremecía la sensación del roce de su mano cuando la ayudó a juntar los paquetes que él tan torpemente había hecho caer.
     Como su mirada fue recorriendo su cuerpo a medida que iban poniéndose de pie, hasta encontrarse con sus ojos y con su boca.
     Estaba deslumbrado por ella... Tenía que volver a verla.
Ruidos de pasos en el pasillo. Golpes en la puerta.
  • - Hijo, ya va a estar la cena... Apresúrate, por favor-
Su madre abrió la puerta y con una dulce sonrisa le recordó que era la noche de esa cena tan especial de la que su padre le había hablado.
-¿Ya están aquí?- preguntó Felipe.
  • - Sí, hijo. Baja rápido, por favor. Ponte algo elegante...
Cerró la puerta y dejó a Felipe sentado en la cama sin poder reaccionar. De repente vinieron a su mente los comentarios que su padre le había hecho sobre esa noche.
"Es una buena mujer, y es conveniente para nuestra familia. Sería bueno que fueras pensando en que debes casarte, ya es tiempo, hijo. No tendrás mejor oportunidad que esa noche para proponerle matrimonio. Lo hablé con su padre y le pareció una idea excelente."
 -No... No lo haré... No puedo hacer esto- Se decía mientras recorría su habitación de punta a punta.
-No puedo proponerle matrimonio. No la amo. Es una hermosa mujer, pero no la amo...Está decidido, se lo diré a mi padre ya mismo-
       Se puso su mejor traje y bajó a prisa las escaleras. De verdad era una noche especial, había mucha gente en el salón. La música sonaba y su padre lo recibió con una enorme sonrisa de placer.
 -Padre, debo hablar contigo.-
-Qué suerte que ya estás aquí- Lo tomó del brazo  haciéndolo girar hasta encontrarse con el padre de Luz.
-Buenas noches, Felipe- Le dijo tendiéndole la mano- Cómo estás.-
-Muy bien, Señor. Es un placer saludarlo
-Conversamos mucho con tu padre sobre esta noche, muchacho. Tienes mi aprobación.-
       No pudo responder. Don Domingo Cabrera tenía su mano estrechándola muy fuerte. Todo estaba arreglado entre ellos y no podía dar marcha atrás. Solo asintió con la cabeza y sonrió torpemente.
 -Por  allí está mi niña, Luz-sonrió- Puedes sacarla a bailar si lo deseas- Afirmó.
Sentía tambores en su cabeza. Las luces comenzaron a brillar en demasía y la  música empezó a sonar tan fuerte que su confusión era mayor.
      Recorrió el salón hasta donde se encontraba la muchacha.
-Buenas noches- le dijo.
-Buenas noches, Felipe. Es un placer estar aquí.- Le dio su mano, la cual él recibió con un beso y la llevó al centro del salón donde comenzaron a bailar el vals que estaba tocando la orquesta.
     Ella esperaba que él le hablara. Su voz la inmovilizaba, le paralizaba el corazón. Era un sueño para ella estar en sus brazos. Toda su vida había soñado con aquella noche y estaba ocurriendo por fin.
Los Cabrera eran una familia resurgente que desde siempre había tenido relaciones con los Argandoña.
     Sus padres no habían pensado desde el comienzo en la unión de sus fortunas,  pero al pasar el tiempo vieron que era una posibilidad y que sería provechoso para todos.
 Así, al paso de los años Luz y Felipe se fueron conociendo pero nunca habían pensado que esto sería posible.
     Luz había acariciado la idea de ser la prometida de Felipe en su corazón, pero sólo secretamente ya que pensaba que era un sueño de chiquilla.
     Esa noche estaba en sus brazos y él le propondría matrimonio.
 "Seré suya. Suya para siempre, y él será mío. Y nos amaremos tanto..."pensaba Luz mientras iban girando al compás de la música.
 Cuando el vals terminó fueron invitados a pasar al comedor ya que la cena estaba lista.
     El le ofreció su brazo, el que ella aceptó y la condujo hasta la mesa. Corrió su silla y la ayudó a tomar su lugar en la mesa junto a él, como el caballero que era...
Luz no dejaba de sonreírle, pero Felipe era poco lo que expresaba. Los invitados conversaban entre ellos y de vez en cuando les echaban una mirada a la pareja por curiosidad.
     Ya era tarde. No había nada por hacer. Sólo cumplir con su deber de hijo y obedecer a su padre.
     Al terminar la cena, todos pasaron a la sala donde se serviría alguna bebida y los dulces.
Felipe invitó a Luz a salir a caminar. Caminaron un rato sin que él pudiera pronunciar palabra.
"Debo hacerlo. Y debo hacerlo ahora". Se detuvo le tomó las manos.
  • - Luz, se que nos conocemos desde siempre y que nunca reparé en ti hasta esta noche. Eres una mujer hermosa y quisiera que aceptaras ser mi esposa-
     Ella lo abrazó colgándose de su cuello. El se sorprendió por su reacción ya que la consideraba una muchacha tímida.
  • - Si, quiero, quiero... Soñé tanto con este momento._
    El tomó sus brazos y la alejó. La miró a los ojos y vio como ella los entrecerraba para que la besara. Besó su frente suavemente y se quedó un momento observándola.
-Debemos entrar- le dijo él
     Al entrar al salón su padre se acercó a él y tomando las manos de ambos dijo:
     -Quiero anunciarles en esta noche tan especial que mi hijo Felipe se casará con Luz Cabrera. Esta hermosa niña, hija de mi amigo, Domingo Cabrera. Brindemos por su felicidad-
     Todos levantaron su copa y así se selló el compromiso...

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