Había mucho trabajo por hacer, la siembra
llevaba gran parte del día y los trabajos del rancho no eran sólo eso...
Cuando
llegaba la noche caía exhausto de espaldas en su cama, deseando llegar al
final pronto, lo antes posible...
Cada día comenzaba
y terminaba con el mismo pensamiento: Ella.
Ella, sin siquiera conocer su nombre, la
mujer de una enorme sonrisa.
La mujer que lo
miró sonrojada de vergüenza....La mujer de los enormes ojos y la mirada
profunda.
Cada noche lo estremecía la sensación del
roce de su mano cuando la ayudó a juntar los paquetes que él tan torpemente
había hecho caer.
Como su mirada fue
recorriendo su cuerpo a medida que iban poniéndose de pie, hasta encontrarse
con sus ojos y con su boca.
Estaba deslumbrado
por ella... Tenía que volver a verla.
Ruidos de pasos en el pasillo. Golpes en la
puerta.
- - Hijo, ya va a estar la cena... Apresúrate, por favor-
Su madre abrió la puerta y con una dulce
sonrisa le recordó que era la noche de esa cena tan especial de la que su padre
le había hablado.
-¿Ya están aquí?- preguntó Felipe.
- - Sí, hijo. Baja rápido, por favor. Ponte algo elegante...
Cerró la puerta y dejó a Felipe sentado en
la cama sin poder reaccionar. De repente vinieron a su mente los comentarios
que su padre le había hecho sobre esa noche.
"Es una buena mujer, y es conveniente
para nuestra familia. Sería bueno que fueras pensando en que debes casarte, ya
es tiempo, hijo. No tendrás mejor oportunidad que esa noche para proponerle
matrimonio. Lo hablé con su padre y le pareció una idea excelente."
-No... No lo haré... No puedo hacer esto- Se decía
mientras recorría su habitación de punta a punta.
-No puedo proponerle matrimonio. No la amo. Es una
hermosa mujer, pero no la amo...Está decidido, se lo diré a mi padre ya mismo-
Se puso su mejor traje y
bajó a prisa las escaleras. De verdad era una noche especial, había mucha gente
en el salón. La música sonaba y su padre lo recibió con una enorme sonrisa de
placer.
-Padre, debo hablar contigo.-
-Qué suerte que ya estás aquí- Lo tomó del
brazo haciéndolo girar hasta encontrarse con el padre de Luz.
-Buenas noches, Felipe- Le dijo tendiéndole la mano-
Cómo estás.-
-Muy bien, Señor. Es un placer saludarlo
-Conversamos mucho con tu padre sobre esta noche,
muchacho. Tienes mi aprobación.-
No pudo responder. Don
Domingo Cabrera tenía su mano estrechándola muy fuerte. Todo estaba arreglado
entre ellos y no podía dar marcha atrás. Solo asintió con la cabeza y sonrió
torpemente.
-Por allí está mi niña, Luz-sonrió- Puedes
sacarla a bailar si lo deseas- Afirmó.
Sentía tambores en su cabeza. Las luces comenzaron a
brillar en demasía y la música empezó a sonar tan fuerte que su confusión
era mayor.
Recorrió el salón hasta
donde se encontraba la muchacha.
-Buenas noches- le dijo.
-Buenas noches, Felipe. Es un placer estar aquí.- Le
dio su mano, la cual él recibió con un beso y la llevó al centro del salón
donde comenzaron a bailar el vals que estaba tocando la orquesta.
Ella esperaba que él le
hablara. Su voz la inmovilizaba, le paralizaba el corazón. Era un sueño para ella
estar en sus brazos. Toda su vida había soñado con aquella noche y estaba
ocurriendo por fin.
Los Cabrera eran una familia resurgente que desde
siempre había tenido relaciones con los Argandoña.
Sus padres no habían
pensado desde el comienzo en la unión de sus fortunas, pero al pasar el
tiempo vieron que era una posibilidad y que sería provechoso para todos.
Así, al paso de los años Luz y Felipe se fueron
conociendo pero nunca habían pensado que esto sería posible.
Luz había acariciado la
idea de ser la prometida de Felipe en su corazón, pero sólo secretamente ya que
pensaba que era un sueño de chiquilla.
Esa noche estaba en sus
brazos y él le propondría matrimonio.
"Seré suya. Suya para siempre, y él será mío. Y
nos amaremos tanto..."pensaba Luz mientras iban girando al compás de la
música.
Cuando el vals terminó fueron invitados a pasar al
comedor ya que la cena estaba lista.
El le ofreció su
brazo, el que ella aceptó y la condujo hasta la mesa. Corrió su silla y la
ayudó a tomar su lugar en la mesa junto a él, como el caballero que era...
Luz no dejaba de sonreírle, pero Felipe era
poco lo que expresaba. Los invitados conversaban entre ellos y de vez en cuando
les echaban una mirada a la pareja por curiosidad.
Ya era tarde. No
había nada por hacer. Sólo cumplir con su deber de hijo y obedecer a su padre.
Al terminar la
cena, todos pasaron a la sala donde se serviría alguna bebida y los dulces.
Felipe invitó a Luz a salir a caminar.
Caminaron un rato sin que él pudiera pronunciar palabra.
"Debo hacerlo. Y debo hacerlo
ahora". Se detuvo le tomó las
manos.
- - Luz, se que nos conocemos desde siempre y que nunca reparé en ti hasta esta noche. Eres una mujer hermosa y quisiera que aceptaras ser mi esposa-
Ella lo abrazó
colgándose de su cuello. El se sorprendió por su reacción ya que la consideraba
una muchacha tímida.
- - Si, quiero, quiero... Soñé tanto con este momento._
El tomó sus brazos y la
alejó. La miró a los ojos y vio como ella los entrecerraba para que la besara.
Besó su frente suavemente y se quedó un momento observándola.
-Debemos entrar- le dijo él
Al entrar al salón
su padre se acercó a él y tomando las manos de ambos dijo:
-Quiero anunciarles
en esta noche tan especial que mi hijo Felipe se casará con Luz Cabrera. Esta
hermosa niña, hija de mi amigo, Domingo Cabrera. Brindemos por su felicidad-
Todos levantaron su
copa y así se selló el compromiso...

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